miércoles, 29 de septiembre de 2010

El era hermoso, hermoso con esa hermosura que inspira el vertigo, hermoso con esa hermosura que no se parece a nada de la que soñamos en los angeles, es sobrenatural. Ella lo amaba, lo amaba con ese amor que no conoce freno ni limites, lo amaba con ese amor en que se busca un goce de felicidad. Ella era caprichosa, caprichosa y extravagante, como todas las mujeres del mundo. El era supersticioso, supersticioso y valiente, como todos los hombres. Los dos vivian en la misma ciudad. El la encontro un dia llorando y le pregunto:
- ¿porque lloras? -
- No me preguntes porque lloro, n0 me lo preguntes, ni yo sabre contestarte, ni tu comprenderme. Hay deseos que se ahogan en nuestra alma de mujer sin que los revele mas que un suspiro; ideas locas que cruzan por nuestra imaginacion sin que ose formularlas el labio; fenomenos incomprensibles de nuestra naturaleza misteriosa, que el hombre no puede ni aun percibir. Te lo ruego, no me preguntes la causa de mi dolor-
El estaba alli, y estaba alli para llevar a cabo su criminal proposito. En su mirada inquieta, en el temblor de sus piernas, en el sudor que corria en anchas gotas por su frente, llevaba escrito un pensamiento, su pensamiento.

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